Ponencia para una conferencia que la UJFP organizó en mayo de 2009
Lectura de los mitos sionistas a la luz de la tradición religiosa judía
Dado que el sionismo se define a sí mismo como «movimiento de emancipación nacional del pueblo judío» ha experimentado la necesidad de obtener de la historia su justificación.
Ahora bien, los arqueólogos israelíes Finkelstein y Silberman demostraron en La Biblia desvelada que el relato bíblico de los patriarcas, de la salida de Egipto, de la conquista de Canaan, de un reino unificado de David y Salomón no son sino mitos, aunque sean fundadores, al mismo título que la Iliada y la Odisea de Homero para la civilización helénica. Seamos claros: antes de 1948 en la historia nunca ha habido soberanía judía entre el Mediterráneo y el Jordán, todo lo más un reino pequeño en un radio de unas decenas de kilómetros en torno a una aldea llamada Jerusalén desde el siglo VIII al VI a. C. antes de ser destruido por los babilonios. Otro reino situado al norte, el de Israel, perduró también hasta el siglo X a. C. antes de ser invadido a su vez por los asirios.
Mejor aún, otro israelí, Schlomo Sand, explica en Cómo se inventó el pueblo judío que tras la conquista romana y la destrucción del templo no hubo exilio masivo, sino que sólo partieron las elites, lo mismo que ocurrió, además, durante el asedio a Jerusalén en el año 586. Así, hay muchas probabilidades de que los descendientes de los habitantes de la antigua “tierra de Israel” sean los palestinos de hoy y no los judíos de la “diáspora” judía. Para Sand, el judaísmo en el sentido estrictamente religioso del término se propagó sobre todo por medio de las conversiones de amplias capas de población, lo mismo que el cristianismo, otra religión rival, ambas en sus inicios. Si no hubo “exilio”, entonces, ¿cómo justificar una “vuelta” 2.000 años después a una tierra en la que la dominación judía ha sido tan parcial y esporádica?
Desde el nacimiento del sionismo político hace poc o más de un siglo éste apeló a unas nociones religiosas para tratar de que se adhirieran a sus ideas las capas más amplias de la población judía del este europeo.
Así, antes de “fabricar” un Estado hubo que inventar todo lo que éste necesitaba:
Primero, una lengua común: el hebreo moderno. En su libro La oposición judía al sionismo Yacov M.Rabkin demuestra que las palabras hebreas bíblicas fueron desviadas de su sentido original para forjar una ideología “nacional”. Fuera el yiddish y más tarde el judeo-árabe y el judeo-español, lenguas del tan denigrado exilio. Hay que forjar una nueva identidad, “regenerar” al judío del ghetto, al que se considera débil y fatalista.
A continuación, un pueblo: pero, ¿qué es un pueblo? Tomemos una definición amplia: un conjunto de personas que tienen al menos una característica común. Por consiguiente, si se pueden ofrecer los términos “pueblo judío” sólo puede ser en un sentido religioso: la fidelidad a la Torah, texto que sólo varía en algunos signos de puntuación entre las diferentes versiones que existe por todo el mundo. En este sentido el “pueblo judío” sólo podría ser el “pueblo del libro”, al menos hasta el siglo XIX.
Finalmente, una tierra; al descartar casi todos los aspectos de esta tradición, el sionismo sólo conserva uno, “la promesa de la tierra”, con el deseo que se renueva cada Pessah, “el año que viene en Jerusalén”. Rabkin señala con malicia que todas las personas religiosas judías de la diáspora no tendrían más que sacar un billete para Jerusalén para que este deseo se materializara, pero, con todo, no lo hacen porque conocen la diferencia entre una interpretación simplista y una comprensión profunda de la Biblia. Volveremos sobre ello.
Ya hemos examinado con la criba de la crítica histórica la aberración de esta reivindicación. Hay que saber también que la mayoría de los comentaristas religiosos también han rechazado esta lectura lite ral de la Torah.
La “promesa de la tierra”
Por supuesto, existe el enunciado de esta promesa: “Yaveh se apareció a Abraham y dijo: Es a tu descendencia a quien destino esta tierra”, Génesis 12, 7.
¿Qué tierra? “Ese día Yaveh hizo un pacto con Abraham diciendo: He concedido a tu raza este territorio, desde el torrente de Egipto hasta el gran río Éufrates”, Génesis 15, 18.
Esta promesa se renovó muchas veces a los Patriarcas.
Y, en efecto, esto parece “imparable” e incluso dicen los sionistas religiosos que rechazar semejante “don divino” ¡es un pecado grave!
Pero el problema es que esta promesa está condicionada:
“ (...) si entonces degeneráis, si fabricáis un ídolo, una imagen de un ser cualquiera haciendo así lo que desagrada a tu Dios y le ofende, pongo hoy por testigo contra vosotros a los cielos y la tierra que desapareceréis rápidamente de esta tierra por cuya posesión vais a pasar el Jordán; ¡no pr olongaréis vuestros pasos ahí sino que seréis proscritos! Yaveh os dispersará entre los pueblos y quedaréis reducidos a unos pocos entre las naciones a las que Yaveh os conducirá”, Deuteronomio 4, 25 - 4, 27.
Y también el “Chema Israel”(“escucha Israel”), la oración judía más conocida, dice lo siguiente:
“Ahora bien, si sois dóciles a las leyes que os impongo en el día de hoy y amáis a Yaveh, vuestro Dios, le servís con todo corazón y toda vuestra alma, yo daré a vuestra tierra la lluvia oportuna, la temprana y la tardía, y tú cosecharás tu grano, tu vino y tu aceite. Yo haré crecer la hierba en tus campos para tu ganado y tú vivirás en la abundancia. Guardaos de que vuestro corazón ceda a la seducción, de volveros infieles hasta el punto de servir a otros dioses y de rendirles homenaje. La cólera del Señor se encenderá contra vosotros, prohibirá al cielo dispensar lluvia y la tierra os negará su tributo, y vosotros desapareceréis en seguida de la buen a tierra que Yaveh os destina”, Deuteronomio 11, 13 - 11, 17.
2) La “ley del retorno”
Se plantea entonces una pregunta: ¿se puede “retornar” de propia iniciativa a la tierra de Israel, “Eretz Israel”?
Desde siempre, antes de la colonización sionista, eruditos piadosos, con frecuencia al final de sus vidas, venían a cumplir la “mitsva”, una de las 613 mitsvot(según Maimónides), es decir, buenas acciones religiosas, de viajar a tierra santa. Así, en Jerusalén, por ejemplo, había el “barrio húngaro” de los askenazis, convertido en Méa-Chéarim, el de los ultra ortodoxos que hoy se declaran ferozmente antisionistas.
Pero durante siglos los judíos fueron fieles a los tres juramentos del Talmud, en particular al primero (Talmud Ketuboth 111a) que prohíbe la vuelta en masa y por medio de la violencia a Eretz Israel. El Talmud interpreta así los versículos del Cantar de los Cantares (2, 7), repetido exactamente igual tr es veces (en 3, 5 y 8, 4): “Os conjuro, oh hijas de Jerusalén, por las ciervas y gacelas de los campos, que no despertaréis ni provocaréis al amor antes de que él quiera”.
¿Acaso el marxismo no sería sino un mesianismo secularizado?
Porque esta reunión de los exiliados sólo puede hacerse durante la redención mesiánica y es el propio Dios quien lo dirigirá, como está escrito: “Cuando te ocurran todas estas cosas ... si te las tomas en serio en medio de todas las naciones de las que Yaveh, tu Dios, te habrá expulsado, si vuelves a Yaveh, tu Dios, y si obedeces su voz con todo tu corazón y toda tu alma, tú y tus hijos, según todo lo que te prescribo hoy, entonces Yaveh, tu Dios, hará volver a tus cautivos, te volverá a reunir desde todos los pueblos en los que Yaveh, tu Dios, te habrá dispersado. Cuando estés exiliado en el otro extremo del cielo, Yaveh, tu Dios, te reunirá desde ahí, te irá a buscar hasta ahí. Yaveh te devolverá a la tierra que poseían tus padres y que tú po seerás; te hará bien y te hará más feliz de lo que fueron tus padres”, Deuteronomio, 30.
Y esta conmoción concernirá a toda la humanidad porque “al final de los tiempos ocurrirá que la montaña de la casa del Señor se fortalecerá en la cima de las montañas y se alzará en lo alto de las colinas, y todas las naciones afluirán ahí (...). De Sion es de donde sale la doctrina y de Jerusalén la palabra del Señor. Él será un árbitro entre las naciones y el preceptor de muchos pueblos; estos, entonces, a partir de sus espadas forjarán las rejas de los arados y con sus lanzas, podaderas; un pueblo no volverá a alzar su espada contra otro pueblo, ni se adiestrará más para la guerra”, Isaías (2, 2-2, 4)
El mesianismo es un elemento esencial del judaísmo, que aumenta cuando se redoblan las persecuciones. Así, hacia 1660, época de los progromos cosacos, Sabbataï Tsvi perturbó enormemente a las comunidades judías al proclamarse mesías, hasta el pun to de que muchos estaban dispuestos a dejar todo para seguirle. Un poco después otro discípulo, Jacob Franck, pretendió ser su sucesor. Historiadores como Gershom Scholem creen que estos movimientos inspiraron a los nihilistas rusos e incluso, quizá, a los revolucionarios franceses. El “teórico” del movimiento sabbataísta fue Nathan de Gaza, él mismo inspirado por la Kábala de Isaac Louria.
La kábala del “tikkun” y su influencia
He aquí esta concepción, simplificada:
“Las tres etapas fundamentales del proceso de la Creación:
La primera etapa fue un repliegue. Dios se retiró de “sí mismo en él mismo” y por medio de este acto abandonó al vacío un lugar en su seno. Creo un espacio para el mundo futuro. Esta etapa se llama Tsimtsum (retirada). En el seno de la luz del En-Sof (Infinito) la esencia divina (Luz) se eclipsó. Se dejó un espacio vacío en medio (…)
A continuación, la segunda etapa del pr oceso se llama la ruptura de los recipientes, en hebreo Chevirat Kelim. Tras la retirada (Tsimtsum), la Luz Divina surgió en el espacio vacío bajo la forma de un rayo en línea recta. Esta Luz se llama “Adam Qadmon”, el hombre primordial. No es otra cosa que una primera fisura de la Luz Divina que viene de la esencia del En-Sof (Infinito) en el espacio de retirada (Tsimtsum), llamado también “contracción” o “reacción”. (…) Al principio las luces emanadas eran equilibradas y homogéneas. Después (…) su impacto resultó ser demasiado fuerte para los recipientes que estallaron al no poder contenerlas (...). Cierta cantidad de chispas quedaron pegadas a fragmentos de los recipientes rotos .Tanto estos fragmentos como las “chispas divinas” cayeron en el espacio vacío y en un momento dado dieron origen al Dominio del Otro Lado (Qlipa). (…) Antes de la ruptura cada elemento ocupaba un lugar adecuado y reservado. Con la ruptura todo está desorganizado y e simperfec to. Además, todas las cosas están desplazadas de su sitio. Chispas de Santidad cayeron en el mundo y quedaron rodeadas por unas cortezas que imposibilitan alcanzarlas. El hombre será quien las rompa. [Es] El exilio, que no es sólo el del pueblo de Israel sino el de la Presencia Divina en el universo desde su origen.
La tercera y última fase del proceso es la reparación o restauración, reintegración, que en hebreo se dice el Tiqun. La “ruptura de los recipientes” requiere reparación. La Creación tanto del lado divino como del humano debe entrar en este proceso de reintegración. Esta reparación no debe efectuase por sí misma [sino que es] al hombre a quien le incumbe esta responsabilidad de restauración. El hombre se hace responsable de la historia de su mundo, adquiere un lugar central” .
Fuente en internet: http://www.tolerance-au-feminin.com/Un%20des%20concepts%20essentiel.pdf
Por consiguiente, no es sorprendente que desde el siglo XIX gran cantidad de judíos hayan participado activamente en los movimientos sociales, socialistas, libertarios y revolucionarios para que el mundo “cambie de bases”. ¿Acaso el marxismo no sería sino un mesianismo secularizado? Léase a este respecto un estudio apasionante de Michael Löwy titulado Redención y utopia. El judaísmo libertario en Europa central en el que describe las “afinidades selectivas” entre los intelectuales judíos o de origen judío de Europa central a principios del siglo XX (Martin Buber, Guershon Scholem, Georges Lukas, Walter Benjamin, Franz Kafka, por no citar sino los más conocidos), es decir, la sorprendente relación entre la mística judía del Tikun y el movimiento de transformación social de esta época. Löwy explica que si bien algunos, unos pocos, se sintie ron atraídos por el entonces en ciernes sionismo, más por su aspecto “cultural” que por su aspecto político, la mayoría se desvió rápidamente de él a la vista de su ideología nacionalista y colonial.
Señalemos por último que la revista editada por el grupo de Tarnac (sospechoso de haber realizado los sabotajes de las líneas del ferrocarril francés) se llama también “Tiqqun” (véase http://www.bloom0101.org/tiqqun.html)
Citemos los primeros párrafos del n°1 de “Tiqqun”:
“En todo hay que empezar por el principio. La acción justa se desprende de ahí.
Cuando una civilización está arruinada, necesita quebrar. No se hace limpieza en una casa que se está desmoronando.
No faltan objetivos, el nihilismo no es nada. Los medios quedan fuera de sospecha, la impotencia no tiene excusa. El valor de los medios se refiere a su fin.
Todo lo que es, es bueno. El mundo de los qelipoth, el Espectáculo, es malo de parte a parte. El mal no es una sustancia, si fuera una sustancia sería bueno. El misterio de la efectividad del mal se resuelve en que el mal no existe, sino que es una nada activa.
El mal es no distinguirlo del bien. La indistinción es su reino, la indiferencia su potencia. A los hombres no les gusta el mal, les gusta el bien que hay en él.
En el Tiqqun El ser retorna al ser, la nada a la nada. La realización de la justicia es su abolición”.
Judaísmo rabínico frente a sionismo
Pero retomemos la historia judía: el judaísmo rabínico se basa en la actitud de ciertas figuras legendarias frente a extremistas guerreros y suicidas.
Así, el profeta Jeremías fue amenazado de muerte por los defensores de Jerusalén:
“Así habló Jehová: «Quien permanezca en esta ciudad morirá a espada, de hambre o de peste; pero quien salga de ella [para dirigirse] a los Caldeos salvará l a vida, su existencia será su parte del botín: vivirá» . Así habló Jehová: «Esta ciudad caerá indefectiblemente en poder del ejército del rey de Babilonia, quien la tomará por la fuerza». Los altos funcionarios dijeron entonces al rey: «¡Muerte a este hombre, puesto que siembra así el desánimo entre los hombres de la guerra que todavía permanecen en esta ciudad y entre toda la población al dirigirles semejantes discursos!»”, Jeremías 38, 2-38, 4 .
Y según el Talmud, el rabino Yohanan ben Zaccaï tuvo un comportamiento similar: “Cuando Vespasiano se acercó para destruir Jerusalén, dijo a los habitantes: «Insensatos, ¿por qué queréis dejar que se destruya esta ciudad y se queme la santa Casa? Sólo os pido que me enviéis un arco y una flecha y me marcharé». — Los habitantes respondieron: «Del mismo modo que salimos contra los dos que te precedieron y del mismo modo que los golpeamos, saldremos contra ti y te golpearemos». — Cuando el rebino Yo'hanan ben Zakaï h ubo escuchado esto, envió mensajeros e hizo reunir a los habitantes de Jerusalén y les dijo: «¿Por qué queréis dejar que se destruya esta ciudad y se queme la santa Casa? Sólo os pide que le enviéis un arco y una flecha, y se marchará». — Pero ellos respondieron: «Del mismo modo que salimos contra los dos que te precedieron y del mismo modo que los golpeamos, saldremos contra él y le golpearemos ». — Ahora bien, Vespasiano tenía a unos hombres que estaban ocultos cerca de la muralla de Jerusalén y escribían cada palabra que oían sobre las flechas que lanzaban por encima de la muralla; así pues, escribieron que Yo'hanan ben Zakaï era amigo de Vespasiano — Cuando Rabbi Yo'hanan ben Zakaï les hubo hablado así un día, dos días y tres días, y ellos no escucharon, envió mensajeros y llamó a sus alumnos, el rabino Eliezer y el rabino Josué. Les dijo: «Hijos míos, levantáos y sacadme de aquí. Hacedme un ataúd en el que yo duerma». — Entonces el rabino Eliézer lo tomó por la cabeza y el rabino Josué por los pies y se lo llevaron a la apuesta del sol hasta las puertas de Jerusalén. Y los guardias de la puerta les dijeron: «¿Qué es esto?» Y ellos respondieron: «Es un muerto. ¿Acaso no sabéis que está prohibido que un muerto pase la noche en Jerusalén ?» — Los guardias respondieron: «Si es un muerto, llevadlo». Lo sacaron fuera, hasta la puesta del sol y hasta que llegaron ante Vespasian. Éste le dijo: «¿Eres Yo'hanan ben Zakaï? Pídeme lo que te tengo que dar» — Rabbi Yo'hanan le respondió: «Sólo te pido Yabné: quiero ir ahí a instruir a mis alumnos, establecer rezos y cumplir todos los preceptos de la Torah». — Y Vespasiano replicó: «Haz cuanto quieras hacer»” (Aboth de Rabbi Nathan capítulo 4).
Antes de "fabricar" un estado hubo que inventar todo lo que éste necesitaba
Y fue a partir de este acto fundador (puede que mítico, poco importa) como se desarrolló el judaísmo rabínico en oposición a una visión nacional, definida por un territorio y una organización estatal.
Según la Torah, los hebreos pidieron un rey a S amuel, convertido en dios. Pero por medio de él Dios, muy reticente, les previno de los inconvenientes de una soberanía humana:
«El Señor dijo a Samuel: «Cede a la voz de este pueblo, haz lo que te dice; no es a ti a quien rechazan sino a mí mismo, al que ya no quieren por rey. Al igual que han actuado constantemente desde que los saqué de Egipto hasta hoy abandonándome para servir a dioses extranjeros, así siguen actuando; cede, pues, a su voz aunque no sin advertirles y exponerles los métodos del rey que les gobernará». Y refirió Samuel todas las palabras de Jehová al pueblo que le había pedido rey y dijo: «Así actuará el rey que habéis querido tener: tomará a vuestros hijos para emplearlos en sus carros, en su caballería, los hará correr delante de su carro (…) los obligará a labrar, a segar para él, a fabricar sus armas y los pertrechos de sus carros. Explotará a vuestras hijas para la fabricación de perfumes, para su cocina y para elaborar su pan. Tomará lo me jor de vuestros campos, viñedos y olivos para dárselos a sus servidores. Diezmará vuestro grano y vuestras viñas (…) Diezmará vuestros rebaños y vosotros mismos os convertiréis en sus esclavos. Entonces os lamentaréis a causa de este rey que vosotros habéis deseado; Pero Yahavé no os responderá ese día». El pueblo no quiso oír la voz de Samuel y respondió: «No, ¡necesitamos un rey!¡Nosotros también queremos ser como los demás pueblos; y nuestro rey nos juzgará e ira en cabeza, y combatirá con nosotros!». Y habiendo oído todas las palabras del pueblo, Samuel se las refirió a Yahavé. Éste dijo a Samuel: «Cede a su petición y dales un rey»”, Primer Libro de Samuel, 8.
Así pues, no es sorprendente que en el inicio del movimiento sionista y hasta la Segunda Guerra Mundial la gran mayoría de los rabinos fueran opuestos a los sionistas, acusados de la herejía que consistía en reemplazar la fe en la Torah por la idolatría nacionalista. El Sepher Daath Harabanim, una recopilación de cartas de rabinos publicada en Viena en 1902, da testimonio de ello.
Después de la Guerra la “resistencia” judía al sionismo es obra de grupos llamados “ortodoxos”, como los Naturei Karta (http://www.nkusa.org/index.cfm), el de “Satmar” (http://www.jewsagainstzionism.com/index.cfm) y “liberales” como el del rabino Lerner (http://www.tikkun.org/) y de algunas individualidades como el rabino estadounidense Elmer Berger. Entre éstas hay que evocar la memoria, veinte años después de su desaparición, de Emmanuel Lévyne.
En efecto, tras haber frecuentado después de la guerra un círculo de jóvenes atraídos por el ideal sionista mi padre rompió radicalmente con esta ideología en 1947. Embarcados en el Exodus, se dio cuent a de la manipulación por parte del movimiento sionista de los supervivientes de la Shoah para apiadar a la opinión pública y a los gobiernos con el fin de permitir la creación del Estado de Israel. Tras pasar por un seminario israelí, publicó a partir de 1955 un periódico pequeño titulado “Tsédek” y varias obras sobre la Kábala y la mística judía. Animó un pequeño círculo de amigos interesados en sus ideas. En junio de 1967, durante la “Guerra de los Seis Días” en plena histeria pro israelí, escribió un breve artículo que causó “escándalo” publicado en Le Monde y que criticaba al sionismo en nombre de la tradición religiosa judía. Por supuesto, la “comunidad judía” oficial lo condenó al ostracismo.
Como conclusión de este estudio, he aquí un extracto de su obra Judaísmo contra sionismo (pp. 150-153 Editorial Cujas, 1969) en el que da sentido a las contradicciones reveladas en la Torah:
“Dios condena establecer un rey, pero es contrario a su prop ia voluntad”, Samuel 1..
Dios condena matar a la descendencia de Amalek, pero en el Sinaí ordenó “No matarás”(…)
Por consiguiente, si en verdad Dios no quiere una soberanía humana (el Estado), prohíbe matar a los hombres (el ejército) (…) ¿cómo podría lógicamente ordenar a los hebreos conquistar un país extranjero?
En realidad, Dios dio Palestina a los hebreos sólo de manera simbólica, quiso significar una realidad espiritual: la soberanía de Dios, que sólo puede amoldarse a una soberanía humana, que, sin embargo, es necesaria para simbolizarla a los espíritus simples y al pueblo de la tierra, a las personas simples.
Porque ése es el significado literal de la palabra SION: Signo, símbolo y no realidad.
Ser sionista es vivir y morir para y en los símbolos, no es captar la realidad espiritual (…) que estos significan.
En términos rabínicos y kabalísticos, es no poder superar el nivel de interpretació n simplista, el “pechate”.
Ser sionista es haber perdido el sentido de la realidad profunda y extraviarse en los signos y en los símbolos, no saber ya descifrarlos y leerlos. Es haberse convertido en un judío ignorante. Y la tradición judía perdona todos los pecados salvo la pérdida del Conocimiento, que lleva inexorablemente a la ruina nacional, como dijo el profeta Oseas (4, 5): “Mi pueblo está destruido porque le falta conocimiento. Porque has rechazado el conocimiento, te rechazaré y serás despojado del sacerdocio; puesto que has olvidado las enseñanzas de tu Dios, yo olvidaré también a tus hijos”.
En tiempos de Josué el pueblo hebreo, que salía de la esclavitud y del embrutecimiento de la civilización egipcia, comprendió con un espíritu simplista y pagano el don de la tierra santa: conquistó y colonizó Palestina, expulsó y exterminó a los pueblos que la habitaban, estableció reyes, construyó Templos y practicó sacrificios, y las guerras interna s y externas, las desgracias, las destrucciones no cesaron hasta el exilio, que obligó al hebreo a convertirse en judío, es decir, exegéticamente, a interpretar la Escritura simbólicamente, a descartar el sentido simplista; entonces dio origen a unas obras espirituales e inmortales — el Talmud, el Midrach, la Kábala — que se han convertido en su patria indestructible, en su fuente de vida eterna, y ha sobrevivido milagrosamente sin Estado, sin ejército (…), solamente por medio del Espíritu.
Volviendo a Palestina para reconquistarla y recolonizarla por medio de la violencia en el siglo XX los sionistas vuelven a la época de Josué, borran más de dos mil años de historia judía, espiritual, ya no quieren ser judíos, aspiran a volver a ser hebreos conquistadores. Nos resulta absolutamente imposible seguirles. Al contrario, nuestro deber sagrado es separarnos de ellos y luchar contra ellos ideológicamente con todas nuestras fuerzas. Pensamos que la historia judía es i rreversible y que tiende a una espiritualización cada vez mayor de la vida. Lejos de abandonar y de negar los valores espirituales judíos del exilio, debemos, por el contrario, cultivarlos con amor, porque la humanidad los necesita más que nunca, son vitales para su existencia y su supervivencia; debemos seguir trabajándolos con celo, desarrollándolos, elaborándolos para darles una expresión universal. La humanidad sólo podrá salvarse de la catástrofe si acepta vivir como los judíos del exilio: sin Estados cerrados, sin ejércitos, sin nacionalismos, en la no violencia incondicional. El judaísmo del exilio no es (…) el judaísmo anticuado: porque desde su nacimiento abandonó el nacionalismo, que es la causa principal de las guerras, porque adquirió una experiencia dos veces milenaria de la no violencia es la religión del futuro no sólo de Israel sino de toda la Humanidad; es el judaísmo eterno que sobrevivirá al Estado de Israel el cual está expuesto a los accidentes de la his toria y no tiene ninguna razón para durar más que sus antecesores. El tiempo de su caída está fijado con certeza: el final del imperialismo estadounidense y occidental, del que es una emanación.
(…) No se realizará la síntesis entre el hebreo y el judío. El Estado de Israel ha dicho adiós al judaísmo. Que vaya hacia su destino infernal puesto que él lo ha querido. No les retendremos. Pero no les dejaremos arrastrar al judaísmo mundial hacia él. Resistiremos y lucharemos con todas nuestras fuerzas ancestrales contra el sionismo que se quiere el nuevo hebraísmo, pero que en realidad sólo es una nueva forma de helenismo e incluso de germanismo y de nazismo (…). El sionismo que se había propuesto como fin acabar con el antisemitismo lo único que hace es engendrar y crearlo ahí donde no existía. Representa el mayor peligro que haya amenazado nunca a la existencia del pueblo judío y del judaísmo. Es el FINAL DEL PUEBLO JUDÍO, sin signo de interrogación (…)”.
Daniel Levyne es miembro del IJAN y de la UJFP.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.Fuente: Globedia.com Che Cacho
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