Dejo dos articulos contaminados por la iglesia nefasta catolica pero que considero entre lineas muy positivo y realista frente a este tema que se intenta propagar en los pueblos para destruir en sus bases la educacion emocional espiritual y mental de los futuros humanos mintiendo de que cuando hay un niño en adopcion no hay suficientes padres heterosexuales y tampoco dinero para hogares institucionales dignos.
CIUDAD NUEVA ERA
ARTICULO 1/2
Conclusiones de una jornada de estudios universitarios
MADRID, viernes, 22 febrero 2008 (ZENIT.org).- La ideología de género se ha introducido fuertemente en el ordenamiento jurídico español en los últimos cuatro años, más que en otros países occidentales, con una subversión de los valores cuyos efectos negativos serán visibles pronto.
Es la tesis de María Lacalle, profesora de Derecho Civil de la Universidad Francisco de Vitoria, expuesta durante la Jornada sobre Ideología de Genero organizada el pasado 16 de febrero por el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de esa universidad de Madrid.
Leyes como la del «matrimonio homosexual», la ley contra la violencia de género, e incluso regulaciones que han tenido menos repercusión como la del «cambio de sexo» en el Registro Civil, suponen una implantación formal de esta ideología en España, que previsiblemente se reforzaría con una introducción de los «derechos reproductivos» si se modificara la ley del aborto.
La ideología de género, nacida del feminismo radical, se impuso a nivel mundial en la Conferencia Mundial sobre la Mujer, celebrada en Pekín en 1995: los lobbies «consiguieron imponer a los países miembros el compromiso de incorporar la «perspectiva de género» en todas sus políticas y medidas legislativas», afirma María Lacalle.
Según esta investigadora, la ideología de género ha logrado imponerse en España en tres ámbitos legislativos clave: la identidad personal, la familia y la educación.
La ideología del género «parte del convencimiento de que la mujer ha sido explotada por el hombre a lo largo de la historia mediante la imposición de roles y estereotipos sociales totalmente injustos y arbitrarios que la han mantenido apartada de la vida pública, privada de derechos y recluida en el ámbito familiar», afirma.
La «deconstrucción» de la identidad personal
Según María Lacalle, la ideología de género «pretende instaurar una sociedad en la que todos los individuos sean iguales, una sociedad sin diferencias entre los sexos en la que cada uno, independientemente de las características biológicas con las que nazca, escoja su propia identidad de género y su propia orientación sexual».
La investigadora cree que esta ideología está detrás de varias de las leyes aprobadas en los últimos años, como la Ley Orgánica 3/2007, de 22 de marzo, para la igualdad efectiva de mujeres y hombres, en el apartado en el que regula el cambio de sexo en el Registro Civil cuando «no se corresponda con su identidad de género».
«Esta ley banaliza de una manera alarmante la cuestión de la identidad sexual. En primer lugar, no requiere un estudio psiquiátrico en profundidad, sino que permite que se cambie la inscripción registral con un simple informe psicológico; no exige cirugía de reasignación sexual, y tampoco establece como estrictamente obligatorio el haber seguido un tratamiento médico para acomodar las características físicas a las correspondientes al sexo reclamado».
Para Lacalle, esta ley muestra «una concepción del ser humano según la cual la identidad sexual es una variable subjetiva de cada persona. Es como si cada uno pudiera «inventarse» a sí mismo: la naturaleza no cuenta, cada uno hace lo que quiere porque la libertad se concibe como una fuerza omnipotente y autocreadora. El deseo de cada uno se convierte en motivo suficiente para pretender alterar la realidad».
Esta concepción del hombre proclama la libertad absoluta como liberación de lazos y condicionamientos, aún aquellos naturales como la relación paterno-filial. Como consecuencia, todas las instituciones sociales quedan minadas y se subvierte el orden social, con consecuencias que los expertos participantes en la jornada prevén desastrosas para la sociedad.
El tabú de la maternidad
La maternidad, como realidad fisiológica exclusiva de la mujer, es una de las cuestiones más atacadas por las feministas de género: los nuevos derechos reproductivos y sexuales «tienen por objeto que la mujer controle por completo la fertilidad, y que tienen como núcleo central el acceso al aborto sin restricciones de ningún tipo, como algo imprescindible para que la mujer pueda ser auténticamente libre», afirman.
«Más que de «derechos reproductivos» deberían hablar del «derecho a no reproducirse», que es lo que realmente quieren. Por eso buscan formas para liberar a la mujer de la «tiranía» de su naturaleza biológica, permitiéndole escapar de la «barbarie» del embarazo. Reclaman una solución técnica que les permita alcanzar el objetivo último que es la liberación de la maternidad», denuncia Lacalle.
Como detalle que expresa esta concepción, María Lacalle explica que los términos «maternidad» y «procreación» están siendo sustituidos en los textos internacionales por «trabajo reproductivo». «Este término fue acuñado por Carolyn Hannan, que fue Directora de la División para el Avance de la Mujer de la ONU, y desde entonces se utiliza profusamente. Es un término que indica claramente la concepción que tienen de la maternidad. La consideran como una maldición, una carga pesada que la sociedad ha impuesto a la mujer para someterla y recluirla en el ámbito privado, para que no pueda prosperar profesionalmente. Todo lo que sirva para liberar a la mujer de este trabajo reproductivo debe ser promocionado social y jurídicamente», añade.
Esta concepción explica el renovado interés por la modificación de la ley del aborto, reclamada desde las organizaciones feministas cercanas al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero de manera especial en los últimos meses.
La «guerra de los géneros»
Otra de las leyes en las que el feminismo radical ha logrado imponerse es la Ley Orgánica 1/2004, de medidas de protección integral contra la violencia de género. En ella, la relación entre el hombre y la mujer se define como «necesariamente conflictiva». De hecho, en el preámbulo se afirma que «la violencia se dirige contra las mujeres por el hecho de ser mujeres y que es consecuencia de la desigualdad histórica de la mujer en la sociedad».
«La concepción de las relaciones entre el hombre y la mujer en términos de lucha, de rivalidad, de antagonismo, provoca un desquiciamiento de la propia identidad tanto de la mujer como del hombre», afirma Lacalle. Además, esta ideologización no lleva realmente a la solución del problema, pues no se tienen en cuenta otras causas directamente relacionadas con el aumento de la violencia, como la drogadicción o las rupturas familiares.
Para la investigadora, se están manipulando los datos: «desde los años noventa han ido aumentando las muertes de mujeres a manos de sus parejas y ex-parejas pero también las muertes de hombres a manos de sus parejas y ex-parejas, los suicidios de unos y otros, la muerte de niños, la violencia de los adolescentes contra sus padres y las agresiones a las personas de mayor edad dentro del ámbito doméstico. Por no mencionar la violencia en parejas de lesbianas, que es mucho más elevada que la que se produce en parejas heterosexuales. Pero todos estos datos no se difunden a través de los medios de comunicación, y si no se difunden, no existen».
¿El fin de la familia?
Según Lacalle, uno de los objetivos del feminismo de género es acabar con la familia, a la que considera «la principal fuente de opresión de la mujer»: «Estamos asistiendo a una transformación radical del Derecho de Familia, que ya no la protege, sino que la crea, la inventa. Es la ley, sin ninguna consideración a la realidad natural, la que decide qué es el matrimonio, qué es la familia y qué es la paternidad».
Esta ideología subyace en las leyes 13/2005 (por la que se modifica el Código civil en materia de derecho a contraer matrimonio para dar cabida a las uniones homosexuales), 15/2005 (por la que se regula el divorcio unilateral y sin causa), y 14/2006 (sobre técnicas de reproducción humana asistida), así como en la supresión del apartado 3 del artículo 154 del Código Civil, que reconocía la facultad de los padres de corregir moderada y razonablemente a los hijos, y la polémica asignatura de «Educación para la Ciudadanía».
Para la profesora de Derecho Civil, las últimas reformas de Derecho de Familia «han suprimido el matrimonio. El matrimonio, en cuanto unión de un hombre y una mujer abierta a la vida y con vocación de permanencia, ya no existe en nuestro ordenamiento jurídico». Con la ley 13/2005, «se contempla el matrimonio como un invento social que va cambiando y adaptándose a las circunstancias históricas».
«Parece claro que el inusitado interés en aprobar esta ley no se debía simplemente al deseo de dar entrada al pequeño número de homosexuales que quiere contraer matrimonio - desde la entrada en vigor de la ley hace dos años y medio unos 4.500 - sino de obtener el reconocimiento social para la homosexualidad y redefinir radicalmente el matrimonio, privándole de sus elementos esenciales», añade.
Por otro lado, la ley del «divorcio exprés» «encaja perfectamente en la ideología de género, pues si cada uno se construye y se «inventa» a sí mismo, y puede construir su relación como quiera, también se le debe reconocer la capacidad de destruirla a capricho».
«El concepto de matrimonio que se maneja en esta ley se basa en el mero afecto, prescindiendo de cualquier función social, y se pone todo el énfasis en la satisfacción emocional, psicológica y sexual que proporciona a sus participantes. La ley se fija en el deseo y en la libertad individual. Si uno de los cónyuges desea romper su matrimonio, su deseo ha de hacerse realidad sin más consideraciones. No hay que tener en cuenta al otro cónyuge, ni tampoco hay que pensar en el daño, a veces irreparable, que se produce en los hijos. Sólo el deseo es importante», añade.
Para María Lacalle, «lo que se le está diciendo a la sociedad es que el matrimonio no es importante, que el contrato matrimonial vale menos que cualquier otro contrato civil o mercantil».
Padres sin hijos, hijos sin padre
Otra de las claves del desarrollo legislativo en cuanto a identidad personal se refiere, es la Ley 14/2006 sobre técnicas de reproducción humana asistida, en la cual se redefine la paternidad y la maternidad como un «derecho» que la sociedad debe satisfacer.
Lacalle explica que la ley reconoce el derecho de acudir a estas técnicas a toda mujer mayor de edad independientemente de su estado civil y orientación sexual. Si es una mujer casada con un hombre, la ley «presume» que el padre es el marido de la mujer; si es una mujer casada con otra mujer, la ley las considera a ambas «progenitoras»; y si es una mujer sola, el niño legalmente no tiene padre, porque según la ley el donante no es un padre sino «el lugar» donde se ha producido el material genético. «No es que su padre no lo quiera reconocer, es que, legalmente, no tiene padre, y no se le permite buscarlo, ni conocerlo, ni relacionarse con él en manera alguna». Por la misma razón, al ser la paternidad y la maternidad un rol social y nada más, se defiende la adopción por parte de homosexuales.
Además, la legislación se entromete también en el derecho de los padres a educar a sus hijos. Para la investigadora «es una intromisión bastante sorprendente, teniendo en cuenta las circunstancias, pues parece que el panorama generalizado no es precisamente de autoritarismo de los padres hacia los hijos, sino todo lo contrario. La mayor parte de los padres han tirado la toalla, han abdicado de su autoridad y consienten todo a sus hijos. Y sin embargo, parece que existe un interés en minimizar la autoridad de los padres, en lugar de en reforzarla».
Lacalle recuerda que en la Ley Orgánica de Educación «no se menciona para nada la autoridad de los padres. Esto ya fue denunciado por el Consejo de Estado en su informe, que recomendó al Gobierno que incluyera algún párrafo que hiciera hincapié en la autoridad de padres y profesores, pero el Gobierno hizo caso omiso».
Por otro lado, el rebajamiento de la edad de consentimiento para mantener relaciones sexuales ha provocado que muchos padres no sepan nada -ni tengan derecho a ello- de la vida de sus hijos. «Según la legislación vigente, a los trece años se puede consentir en mantener relaciones sexuales, sea con personas del mismo o de distinto sexo, incluso con un adulto. Las propias administraciones fomentan la precocidad de los adolescentes en materia sexual, como queda demostrado en los folletos de sexo infantil que se reparten en los centros escolares de algunas comunidades autónomas».
Por otro lado, la Ley Orgánica de Educación 2/2006, «está impregnada de ideología de género, lo cual queda claro desde el mismo Preámbulo, donde se dice que son fines de la educación, entre otros, el desarrollo de las capacidades afectivas del alumnado, el reconocimiento de la diversidad afectivo-sexual, así como la valoración crítica de las desigualdades, que permita superar los comportamientos sexistas».
«En la asignatura Educación para la Ciudadanía esta ideolodía está presente en todas las etapas, especialmente en la Educación Secundaria Obligatoria. Se rechaza cualquier diferenciación entre varón y mujer, llegando a identificar diferencia con discriminación, se insiste machaconamente en la diversidad afectivo-emocional, en la posibilidad de elegir la propia identidad y orientación sexual», añade.
¿Quién gana?
María Lacalle afirma que el ataque a la familia «es una constante de todas las ideologías totalitarias que han pretendido un control de la persona. En todo este proceso de ingeniería social o deconstrucción de la sociedad, la familia es un obstáculo. Minar la autoridad de los padres es necesario para manipular libremente a los niños y configurar sus conciencias y su visión del mundo y de las cosas».
Para el padre Luis Garza, vicario general de la congregación de los Legionarios de Cristo, de estas legislaciones no se benefician las mujeres, ni los niños, ni la sociedad: «es un hecho comprobado que la desatención de los padres de familia suele crear en los hijos personalidades débiles, incapaces de pensamiento crítico, sujetos siempre a la moda imperante y con temor de enfrentar el status quo y reducidas a una máquina de consumo».
«Esto sin duda es algo cómodo para algunos grupos que quieren adquirir y mantener el poder político por generaciones y sería ya suficientemente malo, pero además es el preludio para manipulaciones de gran envergadura como las que experimentamos en el siglo XX».
Para el padre Garza, doctor en Derecho Canónico, la estrategia de estos grupos es o bien «conseguir un control político para obtener el poder». «Estamos ante la reivindicación más clara de Gramsci y su estrategia para la obtención del poder».
«Si lo que se busca es cambiar la cultura por motivos ideológicos, porque se piensa que esto es lo correcto y porque hemos vivido siglos engañados debido a lo reaccionario de la Iglesia y sus postulados, estamos ante un experimento de ingeniería social que puede tener tremendas y nefastas consecuencias ante el que debemos estar todos alerta y oponernos decidida e inteligentemente», afirma.
Fuente: Zenit.org
Articulo 2/2
Las tendencias innatas hacia ciertos comportamientos (como la homosexualidad) no hacen que esos comportamientos sean morales. Las tendencias hacia el alcoholismo, la obesidad y la violencia ahora se considera que tienen una influencia genética, pero no son buenos comportamientos. Las personas que nacen con tendencias hacia esos comportamientos tienen que luchar mucho contra sus tentaciones naturales hacia la ebriedad, la glotonería y la ira física.
Y, dado que nacemos como pecadores en un mundo caído, tenemos que enfrentar las consecuencias de la Caída. Solo porque nacemos con algo no significa que sea normal. No es cierto que "Dios hace a algunas personas homosexuales". Todos nosotros tenemos efectos de la Caída que tenemos que enfrentar.
¿Qué tiene de malo que dos hombres o mujeres comprometidos y que se aman estén legalmente casados?
Hay dos aspectos del matrimonio: el legal y el espiritual. El matrimonio es más que una convención social, como ser "mejores amigos" con alguien, porque el matrimonio heterosexual suele dar como resultado la producción de hijos. El matrimonio es una institución legal con el propósito de ofrecer protección a mujeres y niños. Las mujeres necesitan tener la libertad de dedicar su tiempo y sus energías a ser las principales sustentadoras y cuidadoras de los hijos, sin verse forzadas a ser los sostenes económicos también. El plan de Dios es que los niños crezcan en familias que los mantengan, los protejan y los rodeen de seguridad.
Dado que las parejas homosexuales de hombres o mujeres son incapaces, por naturaleza, de reproducirse, no necesitan la protección legal del matrimonio para brindar un lugar seguro para la producción y la crianza de los hijos. Fuera del aspecto sexual de la relación homosexual, lo que tienen en realidad es una condición de "mejores amigos", y eso no requiere de protección legal.
Por supuesto, una cantidad creciente de parejas homosexuales están buscando tener un hijo juntos, sea por adopción, inseminación artificial o como padres/madres sustitutos. A pesar del hecho de que deben recurrir a un procedimiento externo para llegar a ser padres, la presencia de adultos más niños en un hogar ad hoc no debería asegurar automáticamente el reconocimiento oficial de su relación como de una familia. Hay un movimiento en nuestra cultura que busca redefinir la "familia" de cualquier forma que queramos, pero con una profunda falta de discernimiento de los efectos de largo plazo de las personas involucradas. Los padres homosexuales están haciendo una afirmación peligrosa a sus hijos: las madres lesbianas están diciendo que los padres no son importantes, y los padres homosexuales están diciendo que las madres no son importantes. Cada vez más, los observadores sociales ven la importancia, tanto del padre como de la madre en la vida de los hijos; uno de sus papeles es enseñar a los varones lo que significa ser un varón y a las mujeres, lo que significa ser una mujer.
El otro aspecto del matrimonio es de una naturaleza espiritual. Es cierto que esta respuesta al argumento del matrimonio homosexual no hará ninguna diferencia para personas a las que no les preocupa las cosas espirituales, pero hay muchos homosexuales a los que les interesa profundamente Dios y anhelan tener una relación con Él. La relación matrimonial --tanto su componente emocional como su componente sexual, especialmente-- está diseñada para servir como una ilustración terrenal de la relación entre Cristo y su esposa, la iglesia. {10} Así como hay una unidad mística entre un hombre y una mujer, que son muy distintos entre sí, también hay una unidad mística entre dos seres muy diferentes, muy "otros": el Hijo de Dios eterno y nosotros, humanos mortales y criaturas. El matrimonio, según fue diseñado por Dios, es como la unión casi improbable entre una mariposa y un búfalo, o el fuego y el agua. Pero las relaciones homosexuales son la unión de dos individuos similares; la dinámica de unidad y diversidad en el matrimonio heterosexual falta por completo y, por lo tanto, también falta la dimensión espiritual que es tan intrínseca al propósito del matrimonio. Tanto en un nivel emocional como físico, la similitud de varón y varón, o de mujer y mujer, demuestra que las relaciones homosexuales no reflejan la parábola espiritual que apunta a ser el matrimonio. Dios quiere que las parejas de un matrimonio se complementen entre sí y no que se reflejen. El concepto del matrimonio homosexual no funciona, sea que lo miremos en un nivel social o espiritual.
Jesús no dijo nada sobre la homosexualidad.
Ya sea desde un púlpito o en un evento de derechos homosexuales, a los activistas homosexuales les gusta señalar que Jesús nunca abordó el tema de la homosexualidad; en cambio, Él estaba más interesado en el amor. Lo que quieren decir es que, si Jesús no prohibió específicamente un comportamiento, entonces ¿quiénes somos nosotros para juzgar a quienes lo practican?
Este argumento supone que los Evangelios son más importantes que el resto de los libros del Nuevo Testamento, y que solo los dichos registrados de Jesús tienen importancia. Pero el Evangelio de Juan mismo nos asegura que no es un registro exhaustivo de todo lo que Jesús dijo e hizo, ¡lo cual significa que hay mucho que quedó afuera!{11} Los evangelios no registran que Jesús condena la violencia contra la esposa o el incesto; ¿esto los convierte en cosas aceptables? Además, los restantes libros del Nuevo Testamento no son menos autoritativos que los Evangelios. Toda escritura está inspirada por Dios, y no solo los libros con letras rojas en el texto. Las prohibiciones específicas contra el comportamiento homosexual en Romanos 1:26, 27 y 1 Corintios 6:9, 10 han sido tan ordenados por Dios como lo que se registra en los Evangelios.
Sí sabemos, sin embargo, que Jesús habló específicamente acerca de la intención de Dios al crear la sexualidad humana: "Él, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? . . . por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre" (Mateo 19:4-6). El plan de Dios es la heterosexualidad santa, y Jesús lo dijo claramente.
Llamar a la homosexualidad pecado es juzgar, y juzgar es pecado.
Josh McDowell dice que el versículo más citado de la Biblia solía ser Juan 3:16, pero ahora, que la tolerancia se ha convertido en la virtud última, el versículo que más escuchamos que se cita es "No juzguéis, para que no seáis juzgados" (Mateo 7:1). La persona que dice que la actividad homosexual está mal es llamada intolerante y homofóbica, y hasta escuchamos a los que no creen en la Biblia citar el versículo sobre "no juzgar".
Cuando Jesús dijo: "No juzguéis, para que no seáis juzgados", el contexto deja en claro que estaba hablando de ponernos como jueces de otras personas mientras estamos ciegos en cuanto a nuestra propia pecaminosidad al señalar el pecado del otro. No hay dudas en cuanto a que hay cierto fariseísmo penoso en la forma en que la iglesia trata con los que luchan con las tentaciones de los deseos homosexuales. Pero hay una diferencia entre estar de acuerdo con la norma de la Biblia, cuando declara que la homosexualidad está mal, y condenar personalmente a un individuo por su pecado. Estar de acuerdo con Dios en algo no significa necesariamente juzgar.
Imagine que estoy yendo a toda velocidad por una autopista, y me detiene un oficial de policía. Se acerca a mi coche, luego de verificar mi licencia y mi registro, y dice: "Usted acaba de exceder el límite de velocidad, señora". Imagine que un ciudadano acusa al oficial de no actuar de forma políticamente correcta: "Oiga, ¡usted me está juzgando! '¡No juzguéis para que no seáis juzgados!'". El policía simplemente está indicando que quebranté la ley. No está juzgando mi carácter, sino está comparando mi comportamiento con la norma de la ley. Tampoco estamos juzgando cuando repetimos lo que Dios ha dicho acerca de su ley moral. Lo que es pecado es mirar con desprecio a alguien que ha caído en un pecado distinto que nosotros. Eso es juzgar.
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